
Perdóname porque estoy —estamos— pensando mucho en ti. Es que imagínate, ya no te volveremos a ver… aunque déjame decirte que yo aún te siento en la casa —tu esencia—, simplemente no estás físicamente aquí. Si vieras, se llenó toda la casa de pura familia. Mira que hace rato que no veía la casa tan llena de personas, de vida.
Buscaba una foto en la que sólo saliéramos tú y yo, pero o no me gustaba o no encontraba. Ay, mi viejito. Antes me enojaba porque siempre que salíamos nos tomábamos una foto… ahora siento que necesitamos muchas más, que aún faltaron varias. ¡Mira qué joven te veías! Aún tenías esa panza que a mi nana le hacía enojar pues debías comer mejor, pero a nosotras —tus nietas— no nos molestaba. Tu bigote —y perdóname por revelar tu secreto— más pintado de negro que antes. Esos lentes y ese bigote que son los símbolos que más te describen.
(Y esta foto tiene tanto tiempo… por lo menos así yo lo recuerdo) Te recuerdo lleno de tanta felicidad y alegría. Me es imposible recordarte aquellos últimos días pues ese no eras tú. Tú siempre estuviste lleno de vida y alegría, más que nada energía. Esas últimas veces que te vi, habías perdido la energía que te rodeaba siempre. Fíjate que aún no puedo creerlo. Es algo que siempre pensé que iba a ser imposible. Como ya dije antes, andas de viaje nomas que nadie sabe. ¿Has visitado Ámsterdam? ¿Austria? ¿Alemania? ¿Te gustaron como me gustaron a mí? ¡Dime que te fascinó el museo en la casa de Ana Frank y que los Alpes Suizos te dejaron boquiabierto!
Todos creen algo diferente excepto tú y yo. Miro el cielo y busco la luna. La luna en fase cuarto menguante, te imagino sentado en ella, como el muchacho de la apertura de DreamWorks. Le decía a mi tía, que te imagino sentado así como ese muchacho, pescando, a ver si encontrabas un pez espada ya que nunca entendiste —he de suponer que no eras el único pues yo tampoco entiendo— por qué fregados pusieron un pez espada a la entrada de la calle trece. Ay, mi viejito. Hace unos días estaba recordando cuando mi nana y tú discutían sobre quién iba a comprar la leche, que si a quién de los dos le tocaba ir al Ligato Aeropuerto. Extrañaré esas celebraciones cada 9 de Septiembre. Mi fecha favorita: nuestro cumpleaños. Bigotes, lentes, bigotes. Ahora que hablo de tu bigote, recuerdo aquél día en que le puse atención a tu cabello mientras te bajabas del carro. Yo lo veía de color blanco, luego negro y un toque de café claro. Le pregunté a mi nana que si cuál era tu color natural y luego de una carcajada, me dijo que ya ni se acordaba. Volviste al carro y te contó de lo sucedido. Tú solamente soltaste una risotada. Voy a asumir que tenías el cabello negro, ya que nunca se resolvió ese misterio.
Tú, mi héroe y a quien yo más admiro por ser ese guerrero, ese ejemplo de ser humano, me has dado una razón más para sonreír porque tuve la oportunidad de conocerte, de platicar contigo, de saber cuáles libros leías y te gustaban más, de compartir uno que otro secreto contigo, de compartir tantos momentos juntos en familia y por supuesto, que no se nos olviden esas bromas y esas frases tan tuyas, tan ocurrentes. Tata, la próxima vez que sueñe, me pienso preparar una taza de café y me sentaré en la mesa. Procuraré que sea a las seis y media o siete de la mañana. Dejaré otra taza en la mesa: lo prepararé; dos sobres de azúcar y sin “cremora”, digo, por si acaso.
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